
La adhesión de Ucrania a la Unión Europea se encuentra ahora en punto muerto. Aunque el proceso se puso en marcha inmediatamente después de la invasión rusa del país, a finales de febrero de 2022, parece estar actualmente estancado, sobre todo debido a la inflexibilidad del primer ministro húngaro, el ultraderechista Víktor Orbán.
Este proceso de adhesión, largo y complejo, exige la unanimidad de los 27 Estados miembros en cada nueva etapa. Pero el jefe del gobierno húngaro parece decidido a frenar en seco su avance, en medio de unas negociaciones opacas entre Washington y Moscú sobre el futuro de Ucrania.
Víktor Orbán nunca ha ocultado su oposición a esta candidatura, considerando —por un sinfín de razones— que Ucrania, país fronterizo con Hungría, no está preparada para unirse a la UE.
Durante varios años, esta oposición se mantuvo en un segundo plano. En una jugada diplomática ya célebre en diciembre de 2023, incluso aceptó ausentarse temporalmente de la mesa de la cumbre de los líderes de los 27, para que sus homólogos pudieran decidir abrir las negociaciones con Kiev. Estas negociaciones comenzaron oficialmente el 25 de junio de 2024.
Pero a un año de las elecciones legislativas en Hungría, el sensible asunto ucraniano se ha vuelto explosivo. Víktor Orbán ha endurecido su postura, alentado por el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. El dirigente húngaro, que también cultiva una estrecha relación con el ultraderechista Vladímir Putin, afirma ahora que una adhesión de Ucrania a la UE "arruinaría" al bloque.
«Ucrania no puede ganar esta guerra. Y la adhesión a la Unión Europea no puede convertirse en un instrumento de guerra», insistió hace unos días. Esta semana, su gobierno tiene previsto enviar una papeleta a la población para invitarla a pronunciarse a favor o en contra —una consulta sin valor legal, pero que Orbán ha utilizado regularmente desde 2015 para legitimar sus posturas euroescépticas.
Sobre todo, el primer ministro ha decidido congelar de facto el proceso de adhesión usando su poder de veto. Sin el visto bueno de Víktor Orbán, no es posible ningún avance. «Estamos en punto muerto», lamenta un diplomático europeo. «Estamos realmente atrapados», añade otro, calificando la postura húngara de "chantaje político" dictado por "los apparatchiks de Moscú".
Ucrania, que ya ha visto prácticamente cerrada la puerta de la OTAN por Donald Trump, asegura estar trabajando "muy intensamente entre bastidores" para tratar de convencer a Budapest de que levante su oposición.
«No revelamos la mayoría de las cosas públicamente, porque algunos aspectos requieren lo que se llama diplomacia discreta», destacó el miércoles el portavoz de Exteriores ucraniano, Gueorguii Tykhy.
Encargada del expediente en la Comisión Europea, la comisaria Marta Kos se presenta como una excepción entre los responsables europeos, manteniéndose resueltamente optimista.
«¿Parálisis? El proceso de adhesión de Ucrania avanza a gran velocidad», zanja en una entrevista. La comisaria subraya los numerosos esfuerzos de varios países, entre ellos Polonia, por seguir avanzando en los capítulos de negociación. Según ella, la adhesión plena de Ucrania a la UE de aquí a 2030 sigue siendo una perspectiva "realista".
Lukas Macek, especialista en políticas de ampliación de la UE del Instituto Jacques Delors, lo matiza, estimando que un plazo de "15 a 20 años" sería más habitual para una integración de este tipo. Y recuerda el caso de los Balcanes, varios de cuyos países llevan años esperando sin una perspectiva clara de adhesión.
«Pero una vez dicho esto, el contexto es inédito: se trata de un Estado candidato que está en guerra abierta», recuerda. «Todo eso hace la situación mucho más compleja». Y altamente imprevisible.
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