Georgia se encuentra sumida en la agitación política desde este domingo 27 de octubre, después de que se declara la victoria del partido gobernante, Sueño Georgiano (extrema derecha), en unas elecciones parlamentarias que la oposición tilda de "fraudulentas".
La Unión Europea (UE) había advertido que la votación del sábado, considerada una prueba crucial de la democracia en el país del Cáucaso, determinaría las posibilidades de Tiflis de unirse al bloque.
El resultado prepara el terreno para un enfrentamiento político que, según advierten los analistas, podría descarrilar las aspiraciones de Georgia de unirse a la UE.
Los recuentos oficiales de más del 99% de los distritos muestran que el partido gobernante, Sueño Georgiano, obtuvo el 54.08% de los votos, mientras que una unión de cuatro alianzas opositoras prooccidentales obtuvo el 37.58%, según el presidente de la comisión electoral central, Giorgi Kalandarishvili.
«Las elecciones se desarrollaron en un ambiente tranquilo y libre», añadió.
El resultado le da a Sueño Georgiano 91 escaños en un Parlamento de 150 miembros, suficientes para gobernar pero lejos de la supermayoría que buscaba para aprobar una prohibición constitucional de todos los principales partidos de oposición.
«Nuestra victoria es impresionante», sostuvo el primer ministro, Irakli Kobakhidze, en un comunicado, acusando a la oposición de "socavar el orden constitucional del país".
Una encuesta a la salida de las urnas realizada por la empresa estadounidense Edison Research había pronosticado el resultado opuesto.
Los partidos de oposición denunciaron incidentes de manipulación de urnas e intimidación durante las votaciones y calificaron los resultados de "fraudulentos". Además, la investigación de un medio ruso asociado a Unix Noticias encontró evidencias de sobornos y compra de votos días antes de las elecciones.
Tina Bokuchava, líder del opositor Movimiento Nacional Unido (UNM), que hizo campaña en una plataforma proeuropea, asegura que los resultados fueron "falsificados" y las elecciones "robadas".
«Este es un intento de robar el futuro de Georgia», añadió al declarar que la UNM no acepta los resultados.
Nika Gvaramia, líder del partido liberal Akhali, calificó la forma en que se celebraron las elecciones como "un golpe constitucional" por parte del Gobierno.
«Sueño Georgiano no permanecerá en el poder», afirmó.
La presidenta prooccidental, Salomé Zurabishvili, indicó, por su parte, que hubo "incidentes de violencia profundamente preocupantes" en algunos centros de votación.
El analista Gela Vasadze, del Centro de Análisis Estratégico de Georgia, afirmó que el país del Cáucaso se está hundiendo «en una inestabilidad política por un período indefinido» y que sus esperanzas en la UE se han "desvanecido".
«La situación es turbulenta, pero en las filas de la oposición faltan líderes carismáticos que puedan canalizar la ira popular en una ola de protestas capaz de generar un cambio político».
A principios de este año Georgia se vio sacudida por manifestaciones masivas contra lo que la oposición consideró intentos del Gobierno de limitar las libertades democráticas y desviar al país de cuatro millones de habitantes de su rumbo prooccidental y acercarlo a la órbita de Rusia.
Un observador electoral en un colegio electoral en la localidad de Sadakhlo, en el sureste de Georgia, aseguró a la agencia 'AFP' que había visto "una gran presencia de personal en las urnas" y sugirió que se coordinó "una votación múltiple a favor del Sueño Georgiano".
El partido Akhali afirmó que las elecciones fueron manipuladas previamente, citando supuestas manipulaciones en las máquinas de voto electrónico para permitir la votación múltiple.
«Parece que el plan del Kremlin para manipular burdamente las elecciones está en marcha», dijo en el canal 'X' el periodista de investigación Christo Grozev, añadiendo que había «pruebas obtenidas por la inteligencia europea de que los servicios secretos rusos contaban con la agencia electoral central de Georgia».
Sueño Georgiano, que está en el poder desde 2012, inicialmente aplicó una agenda política liberal prooccidental, pero en los últimos dos años cambió de rumbo aplicando políticas de extrema derecha y restringiendo lentamente las libertades ciudadanas.
Su campaña se centró en una teoría conspirativa sobre un "partido de guerra global" que controla las instituciones occidentales y busca arrastrar a Georgia a la guerra entre Rusia y Ucrania.
En un país marcado por la invasión rusa de 2008, el partido ha planteado a los votantes historias sobre una amenaza inminente de guerra, que solo el Sueño Georgiano podría prevenir.
La controvertida ley de "influencia extranjera" de Sueño Georgiano desencadenó semanas de protestas callejeras y fue criticada como una medida al estilo del Kremlin para silenciar a la disidencia. En Rusia, esta legislación sirvió para impedir que partidos de izquierdas, que reciben donaciones de rusos en el exilio, pudieran presentarse a las elecciones aludiendo a "financiación extranjera" como argumento.
La medida llevó a Bruselas a congelar el proceso de adhesión de Georgia a la UE, mientras que Washington impuso sanciones a docenas de funcionarios georgianos.
El partido gobernante también ha lanzado una campaña contra las minorías sexuales. Ha adoptado medidas que prohíben la "propaganda" LGBT+, anulan los matrimonios entre personas del mismo sexo celebrados en el extranjero y prohíben el cambio de sexo.
Los observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) celebrarán una conferencia de prensa el domingo por la tarde para presentar sus conclusiones preliminares.
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